La presencia de Jesús anunciando la aparición del Reino de Dios con obras y palabras inaugura la etapa última de la humanidad.

Los evangelios nos hablan de una promesa enraizada en la conciencia del pueblo y pregonada por los profetas. La misericordia de Dios se ha hecho carne en Jesús, el Hijo, y alcanza a todo hombre que se deje tocar por Él.

San Mateo nos dice que Jesús, al ver a un grupo de personas del pueblo cansadas y abatidas, que caminan como ovejas sin pastor, sintió compasión de ellas. La pasión del Padre por su pueblo la experimenta Jesús en su propia carne. La visión de unas gentes empobrecidas y desorientadas le conmueve en lo más profundo de sí, y pide a sus discípulos que tomen parte en su preocupación; no sólo participando de su misión, sino rogando, también, al Padre de todos, que ese mismo sentimiento, que él experimenta, lo ponga en el corazón de otros muchos y así vean las necesidades de quienes viven desorientados y faltos de amor.

Y digo yo que si entre tantos razonamientos como hacemos los cristianos no se nos escapa lo esencial, y que Jesús pone delante de nosotros. La misión nace de la pasión. Quien no siente es incapaz de ver la realidad de los otros.

Que el Señor nos haga un corazón apasionado, que nos lleve a ver con sus ojos la realidad como Él la contempla.

 

Profecía de Isaías (30,19-21)

 

 Así dice el Señor, el Santo de Israel: «Pueblo de Sión, que habitas en Jerusalén, no tendrás que llorar, porque se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá. Aunque el Señor te dé el pan medido y el agua tasada, ya no se esconderá tu Maestro, tus ojos verán a tu Maestro. Si te desvías a la derecha o a la izquierda, tus oídos oirán una palabra a la espalda: “Éste es el camino, camina por él.”

 

“Ya no tendrás que llorar por tu suerte”

Decir del profeta que oye palabras de luz
en medio de la niebla:

“Ya no tendrás que llorar por tu suerte,
pues como una madre arrulla a su hijo,
cuando en la noche despierta asustado,
así hará vuestro Dios”.

Cuando abandones la noche
no equivocarás el camino,
la tierra de pan te dará su hogaza
crujiente y tierna,
el tiempo te será favorable,
la tierra te entregará sus frutos. 

Cualquier amenaza se romperá
como vasija de barro en manos inexpertas.
La luz vencerá tu noche
dejando al descubierto tu mañana.
Decir del poeta que contempla el amanecer
de Dios