Del evangelio de san Lucas 9, 43b-45

En aquel tiempo, entre la admiración general por lo que hacia, Jesús dijo a sus discípulos: «Meteos bien esto en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.» Pero ellos no entendían este lenguaje; les resultaba tan oscuro que no cogían el sentido. Y les daba miedo preguntarle sobre el asunto.

RESPUESTA A LA APALABRA

Dice san Lucas que los discípulos
no entendían el lenguaje de Jesús.
No entendían lo que decía.
¿Cómo entenderlo desde una mentalidad
en la que prima el triunfo,
en la que primero están los intereses de uno mismo y
después ya veremos,
en la que el amor ha pasado a llamarse trueque?.

Tampoco, pasados veinte siglos,
y con una experiencia de generosidad por parte de muchos,
no exenta de pruebas, a lo largo de la historia,
hoy entendemos más.

Y como ellos tampoco queremos preguntar,
no sea que un mayor conocimiento
nos conduzca a una verdad por sí misma incómoda y
tengamos necesariamente que elegir,
sabiendo lo que elegimos.

Las palabras de Jesús:
“¡Quién no está a mi favor, está en contra mía, y
quien no recoge desparrama!”
vienen a mi mente con la fuerza del flagelo
que hiere y despierta.
¿Es tanto el miedo que tengo a hipotecar mi vida por amor,
como para que deje de buscar la verdad?.
Por otro lado:
¿Puedo seguir viviendo en paz con Dios y conmigo mismo
mientras, conscientemente, miro para otro lado
cuando la realidad no responde a mis planteamientos?

La turbación que entonces experimentaron los discípulos,
es la que, a través del tiempo, nos llega a nosotros.
El precio que Él estuvo dispuesto a pagar
para que el destino de los hombres se invirtiera,
es semejante al que espera de nosotros.
Y para ello no estamos preparados.
Saber que del grano de trigo nace la espiga,
no evita el sufrimiento de la desaparición del mismo.