Del evangelio de san Mateo 14, 22-36

Después que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente. Y, después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba allí solo…

 

RESPUESTA A LA PALABRA

No exageramos si pensamos
que el auténtico “Hogar” de Jesús es el Padre y
por ello el lugar donde descansar sus fatigas y
reencontrar el ritmo de vida propio de su misión.

El descanso necesita de la soledad,
así como el encuentro consigo mismo y
el proyecto vital que según el designio de Dios
me corresponde.

La soledad no es negación
de relación con los demás.
Jesús no rechaza a nadie,
ni renuncia al trato nacido del amor,
sí busca romper con ese nivel superficial
en el que se instalan ciertas relaciones,
que impiden lo esencial de las mismas.

La soledad de Jesús es el ámbito
en el que se encuentra con la soledad de Dios,
que está presente en el corazón de todos.

Sería bueno que también nosotros
buscásemos esos tiempos de soledad
en los que nos dejemos encontrar por Dios,
para que pacifique nuestro corazón,
ahíto de sensaciones y
perdido en un marasmo de cosas
que nos impiden ver lo esencial.

Cuántas veces el estrés que padecemos y
ciertas tristezas,
que no sabemos cual es su origen,
no se superan porque buscamos
en el ámbito de la distracción. 

Porque es cierto que vivimos
en una cultura globalizada
en la que todo está al servicio del hombre,
también lo está para hacerle
no ver su auténtico camino.
La experiencia me dice que sólo yo
puedo encontrar mi por qué y
mi para qué de mi vida.
Me pueden ayudar,
pero soy yo el que al final debo descubrirlo.
Jesús busca en la soledad
ese encuentro con el Padre
que descanse su corazón y
le devuelva a la misión, restaurado.