Del evangelio de san Mateo 14, 13-21

 

En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: -«Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.» Jesús les replicó: -«No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.» Ellos le replicaron: -«Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.» Les dijo: -«Traédmelos.» Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras. Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Una cosa que puede pasar inadvertida en este pasaje
es el por qué de la búsqueda de soledad por Jesús.
En esta ocasión tiene un motivo muy especial.
Le han comunicado la muerte de quien ha sido su voz.
Juan el Bautista ha sido asesinado en la cárcel
por defender la verdad frente a la ignominia
de quienes detentan el poder.

No hace falta ser adivino para darse cuenta
de los sentimientos de Jesús, en esos momentos
en los que le comunican la muerte de Juan.
El “mayor nacido de mujer”,
como él le llamara,
ha sellado con su sangre la fidelidad de toda una vida.
Ahora es a Él a quien le corresponde seguir sus pasos.

Pero no fue el miedo lo que llevó a Jesús
a desaparecer de la escena pública,
porque poco después volverá a la misma
llevado por el amor compasivo de quienes le buscan,
sino por respeto al amigo.

Necesita vivir e interiorizar el drama de la muerte
de aquel a quien ama.
No cuesta imaginar el estado de ánimo de Jesús
ante la suerte corrida por Juan
si contemplamos a Jesús sollozando por la muerte
de otro amigo suyo, Lázaro,
al que amaba de modo muy particular,
así como a sus hermanas.

Esta reacción de Jesús nos ayuda a humanizar
nuestros sentimientos.
En una sociedad donde la muerte de los demás
se va convirtiendo en puro trámite y
en la que no hay tiempo para rehacer la historia personal
de los afectos vividos,
el Señor, con su actitud, nos devuelve a la realidad.

Para tomar conciencia de ciertos acontecimientos,
para profundizar en el amor compartido,
roto por necesidad,
precisamos la soledad y el silencio;
para reencontrar la paz y
trocar el dolor en acción de gracias
por la vida recibida de quien nos ha dejado.