Del evangelio de san Marcos 6,1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: “¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?” Y esto les resultaba escandaloso. Jesús les decía: “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.” No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

 

 RESPUESTA A LA PALABRA

Los textos sagrados que la Iglesia nos ofrece hoy para la contemplación
nos ponen una vez más delante de la misericordia de Dios.
Parece como si a Dios no le importara perder el tiempo con un pueblo,
Que, pese al amor que le tiene,
no deja de humillarlo con sus infidelidades.

Dios envía a Ezequiel a una misión imposible,
Y Éll mismo parece reconocerlo:

“Hijo de Adán, yo te envió a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados”.

“Padre e hijo son testarudos y obstinados”,
Pero, Dios no lo es menos y ahí es donde se juega la batalla.

El amor y la fidelidad de Dios superan sin medida
la mezquindad del hombre.
Recuerda este pasaje al de la higuera que,
a pesar de no dar fruto,
seguirá siendo cuidada hasta que por fin lo dé?

Una cosa queda clara en este pasaje:
Dios no se da por vencido a pesar de nuestras negaciones,
dejando abierto un camino de esperanza.

Pero ¿cuándo será esto posible y haremos realidad sus deseos.

Las Escrituras Santas nos dicen en otro lugar,
que el Señor nos dará su Espíritu y con él un corazón nuevo.
Ese Espíritu y nuestro espíritu nos harán vivir
con un corazón nuevo
nuestras relaciones con Dios y con los demás.

El pasaje que relata san Marcos lo debemos contemplar desde aquí.
Si el Pueblo de Israel, de dura cerviz,
no se adentra en el hacer y el decir de un Dios
que le ama con locura,
aquella gente, coetánea de Jesús, no ve en Él más allá
de lo que percibe un corazón amasado de prejuicios.

Destaca en la reacción de aquella gente, que rechaza a Jesús,
el punto de escándalo que desata en sus conciencias
el hacer y decir de Éste,
suponiendo que Jesús sea la foto fija que ellos tenían de Él.

En lugar de aceptar la realidad presente de Jesús,
atados a sus prejuicios, etiquetado como lo tienen,
les resulta imposible ver en Él otra cosa que al “carpintero”.

Tiene para nosotros esta observación una importancia muy grande.
¿hasta qué punto nuestros prejuicios nos están impidiendo
conocer la verdadera realidad de Dios y de los demás?.

Dios no se ajusta a nuestros prejuicios,
por lo que si queremos saber algo de Él,
debemos dejarlos a un lado y acogerlo
como Él se nos manifiesta y se nos da.

Un punto más que nos debe llevar a pensar,
es el comentario de san Marcos.

“No pudo hacer allí ningún milagro”.

La falta de fe condiciona el hacer del Señor,
que respeta el cerco al que lo sometemos.

Al final dice el texto:

Jesús se extrañó de su incredulidad”.