Del evangelio de san Marcos 3, 20-21

En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

El texto de hoy, a primera vista parece exagerado en sus dos afirmaciones. Vuelve el evangelista san Marcos a presentar a Jesús tan ocupado en atender las demandas de la gente, que no le queda tiempo ni para comer. Parece como si toda su vida, una vez comenzada la misión para la que ha venido, hubiera sido expropiada y no le quedara ni el derecho a la privacidad.

Como consecuencia de esta actitud de Jesús, sus familiares piensan que no está en sus cabales. Y no parece, según nuestra lógica, que les faltara razón. ¿No tiene derecho Jesús, o quien sea, a tener su familia de sangre, su tiempo, su vida…?

Pienso que Jesús no mira por sus derechos, sino por los derechos de los demás. Jesús razona: ¿Tienen derecho estas personas a ser atendidas en sus necesidades?. Si necesitan estas personas ser atendidas, debo atenderlas. ¿no he venido para ello?. “Yo no he venido para hacer mi voluntad, sino la voluntad de quien me ha enviado” y me ha enviado “para que no pierda a ninguno de los que me ha dado”.

Esto puede chocar con nuestra concepción de la vida entendida como autorrealización y no como realización en la entrega a los demás.

Vivimos atrapados por la cultura de los derechos, no del Derecho, y por ello nos hemos sacudido de encima los deberes y obligaciones y no digamos dónde hemos aparcado la razón de la gratuidad. En esta situación no es nada fácil entender la actitud de Jesús. En realidad siempre se ha dado esta tendencia, de manera que, cuando alguien decide entregarse de modo absoluto a una misión en la que prima el amor y por lo tanto la entrega total, no es comprendida ni siquiera por los más cercanos.

Jesús no escapa de esta realidad, como no escaparon los profetas anteriores a Él. Por poner un ejemplo, Jeremías recibió la advertencia:

“Sí, tus mismos hermanos y la casa de tu padre, incluso ellos te han traicionado. También ellos te critican por la espalda con desfachatez” (Jer.12,6)

Si regresamos a nuestro tiempo y miramos a nuestro alrededor seguro que conocemos esta realidad. Ya en el Libro de la Sabiduría se consideraba la vida del justo como locura.