Isaías 45,1.4-6

Así dice el Señor a su Ungido, a Ciro, a quien lleva de la mano: “Doblegaré ante él las naciones, desceñiré las cinturas de los reyes, abriré ante él las puertas, los batientes no se le cerrarán. Por mi siervo Jacob, por mi escogido Israel, te llamé por tu nombre, te di un título, aunque no me conocías. Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí, no hay dios. Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.”

 

Mateo 22,15-21

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no miras lo que la gente sea. Dinos, pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?” Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús: “Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.” Le presentaron un denario. Él les preguntó: “¿De quién son esta cara y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César.” Entonces les replicó: “Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.”

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Los textos de este domingo nos ofrecen la posibilidad
de reflexionar en torno a una verdad
que escapa a un análisis de la historia,
en el que se prescinde de el principio y fin de la misma,
que no es otro que Dios.

Dios, Señor de la historia,
actúa a través de las personas y de los acontecimientos,
haciendo posible que su proyecto salvador se cumpla.

El profeta Isaías nos acerca a un acontecimiento
fundamental en la historia de Israel.
Dios elige a un pagano para que saque a su Pueblo del exilio,
posibilite el regreso a su tierra, pueda reconstruir el Templo y
así recuperar su identidad.

Ciro es un rey pagano
que no tiene nada que ver con la fe de Israel,
sin embargo, el profeta Isaías considera
que ha sido ungido por el Señor y, sin él saberlo,
le ha encomendado una misión que supera sus cálculos políticos,
que en esos momentos no son otros que los de conquistar Babilonia.
Con Ciro, Israel recuperará la libertad,
y el designio salvador de Dios seguirá adelante.

Con Isaías, podemos decir que el Señor se sirve de todos los medios,
aún los más impensables, para reconducir la historia.

Una cosa salta a la vista.
Aunque Ciro es el ungido para liberar a Israel,
es Dios quien realmente libera.
Leemos en Isaías, refiriéndose a Ciro:

“Te pongo la insignia, aunque no me conoces, para que sepan de Oriente a Occidente que no hay otro fuera de mí. Yo soy el Señor, y no hay otro.”

Ciro es grande, pero no es Dios.
Es un gobernante con una misión, la conozca o no la conozca,
que colabora con los planes de Dios.

En el Evangelio, san Mateo nos ofrece
uno de los últimos episodios de la vida pública de Jesús.
Fariseos y herodianos se confabulan para acosar y obtener
una razón que desacredite a Jesús ante el pueblo.

Es curioso ver cómo las fuerzas humanas cerradas al Evangelio,
aunque sean contrarias entre sí,
son capaces de ponerse de acuerdo para terminar con Jesús.

Se trata de ponerle una trampa para desprestigiarlo.
Siempre es lo mismo.
Primero la muerte pública, para después
justificar la muerte física.

Para ello utilizan el tema de los tributos.
¿Los judíos deben o no pagar, al invasor romano?
Si Jesús dice que no deben pagar queda como celota,
resistente y violento contra el imperio romano.
Pero, si afirma que hay que pagar el impuesto,
el pueblo lo puede ver como un colaboracionista despreciable
e indigno de seguirle.

Pero a Jesús lo que le importa no es el tema político.
Lo que le interesa es Dios y la libertad del hombre para seguirle.

Su respuesta es tan sencilla que desarma a sus captores.
A cada uno lo suyo.
No mezclar lo que tiene su propia autonomía.
Jesús deslinda el tema político del religioso.

Esta afirmación de Jesús tiene una importancia capital
en la historia de la humanidad.
Independencia de la Iglesia,
que obedece a las autoridades civiles en conciencia,
pero que se niega a que esta autoridad se entienda como la de Dios.
No al rechazo de la Institución justamente constituida,
ni servidumbre a la misma.

Para Jesús, la comunidad que nace de la fe
no se identifica con una etnia, una ideología o
un partido determinado.
La comunidad cristiana, desde sus comienzos,
traspasa las fronteras.
Libre y presente en toda sociedad,
no se identifica con la misma.