PRIMERA LECTURA:  Lectura del libro de Isaías 41, 13-20

Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio.» No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio -oráculo del Señor-. tu redentor es el Santo de Israel. Mira, te convierto en trillo aguzado, nuevo, dentado: trillarás los montes y los triturarás; harás paja de las colinas; los aventarás, y el viento los arrebatará, el vendaval los dispersará; y tú te alegrarás con el Señor, te gloriarás del Santo de Israel. Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay; su lengua está reseca de sed. Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces, juntos. Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de 1srael lo ha creado.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Cuantas veces contemplo detenidamente la vida
no puedo menos que admirar la trama de la misma,
la urdimbre en la que se desarrolla.

No hay una sola línea por donde avanzar.
No existe un determinismo negador de la libertad.
La vida humana se abre continuamente
aunque a veces se tope con una muralla inexpugnable
para las pocas fuerzas del hombre debilitado y abatido.
Pero surgen las preguntas:
¿Cómo superar la realidad aparente de las cosas?
¿Cómo descubrir la realidad última de la persona?.

Es preciso que sin hacer literatura
entremos en la realidad existencial
que como aguas profundas nos recorre.

La vida florece más allá de la apariencia
de muerte abiertamente manifestada.
Las ramas secas del almendro
antes siquiera de que broten las primeras hojas
revientan en vida blanca cubriéndose de flores.

Tendríamos que saber que antes que el desorden
de los instintos de muerte que nos acompañan
deberíamos aceptar los ritmos profundos de la vida
inherentes también en nosotros
aunque los “maestros del pensamiento único”
se sonrían porque consideramos al hombre
como alguien capaz de superar sus pulsiones instintivas y
de rechazar estar sujeto a la ingeniería social
de aquellos que viven instalados en el relativismo
como nueva religión.

También hoy como en los tiempos de Isaías
muchos podrían decir:

“Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay;
su lengua está reseca de sed.”

Pobreza que no se para en la precariedad económica
sino que habla de la indigencia profunda del ser humano.

Ojala que como Israel descubramos la necesidad
de ponernos en camino para atravesar el nuevo desierto
en el que nos encontramos perdidos.
Para ello es preciso que nos demos cuenta
de que no estamos solos y
que nuestro parentesco con Dios es una realidad vital.

El Señor solidario con su Pueblo
sale a nuestro encuentro
cuando más perdidos nos experimentamos y
nos propone caminar de nuevo
transformando el luto del miedo en danza liberadora,
la desesperanza en vida recibida.

La visión de Isaías llega a nosotros
con toda su carga experiencial.
Yo, el Señor, tu Dios,
te agarro de la diestra y te digo:

No temas, yo mismo te auxilio.”

Y tú te alegrarás con el Señor,
te gloriarás del Santo de Israel.
Porque alumbraré ríos en cumbres peladas;
en medio de las vaguadas, manantiales;
transformaré el desierto en estanque y
el yermo en fuentes de agua.

Verás entonces que no está solo y
aprenderás que tu vida desde su origen
corre pareja a la mía