Hoy nos llega de los cuatro vientos el hálito de luz transida en la carne de la Virgen Madre.
Amanecer del día sin ocaso esperado desde el primer momento en el que los hombres se escondieran después de renunciar a vivir acompasados por el Amor-Primero y huyeran de la Fuente de la Vida.
Mañana de luz que deja ver al Invisible en la carne sin mácula de la doncella niña.
Se estremece el tiempo al contemplar como el soplo de Dios sobre el barro quebrado le infunde la eternidad más bella dejando al descubierto el ser en la que fue creada.
Inmaculada sin macha toda abierta. Toda corazón esperante. Huerto regado jardín dispuesto para acoger al Amor de todo amor deseoso de entregarse como ella.
Mujer amada en la que la mirada de Dios florece en luz.
De tus ojos se derrama la gracia y de perfume de cielo se impregna tu carne.
Inmaculada inocencia niña del género humano única en la que Dios puede mirarse sin sentir el escalofrío de la distancia ni el desasosiego de una posible negación.
No eres un ideal arquetipo humano. Centro eres encrucijada real lugar de encuentro de Dios con nosotros. Único sí capaz de engendrar al Eterno y darle vida al Viviente.
Bendita tú carne de nuestra carne y carne de Dios.
Desde los cuatro horizontes como un perfume de belleza te acercas a cada uno para susurrarnos nuestra infancia perdida y ofrecernos el camino de tu humanidad divinizada por la acogida del Hálito de Quien te hizo y nos hace.
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