Del profeta Isaías 48,17-19

Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: “Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.”

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Así dice el Señor, tu Dios:
Pobrecillo, si sólo tienes el mundo como referente,
y él es tu único maestro,
porque el aprendizaje que de éste saques,
por muy importante que te parezca que es,
no será otra cosa que necedad que entretiene
e imposibilita para llegar a la verdad.

¿Cuántos hombres, después de alcanzar el éxito mundano,
y ser reconocidos como señores,
se dieron cuenta que nada de ello
colmaba su deseo de “más”,
llegando a pensar que el éxito había sido su fracaso?

Somos muchos los que sabemos, como éstos,
que la vida se aprende viviendo, pero sin aferrarnos a ella,
sujetos, eso sí, a la bondad de Dios,
a su amor que nos lleva a la verdad,
a su enseñanza que nos libera de toda atadura malsana
y nos convierte en personas humildes,
para las que la sencillez es el caldo de cultivo
de nuestro hacer diario.

El Señor nos enseña, no como un maestro,
sino como un padre que acompaña
y comunica lo mejor de sí mismo,
nunca un saber cualquiera.

Su saber es su propia realidad,
la experiencia de lo que es Él.
Es hermoso descubrir como,
mientras nos guía , nos enseña.
Nos comunica las verdades esenciales
para no errar la vida y alcanzar ese punto
en el que camino y caminante se hacen uno,
no siendo necesario nada más,
porque habremos hecho nuestros
sus propios sentimientos,
y su palabra será nuestra palabra:

“Qué el más grande entre vosotros sea el más pequeño,
y el jefe como el que sirve.”

Tener sus mismos sentimientos es tenerlo a Él,
es estar en Él y con Él,
actuar como Él mismo actúa.

Hacerse servidor de todos.
Cuidar de cada uno con tanta bondad
como somos tratados por Él.

No es una utopía las palabras del profeta:
Cuando entremos en la órbita de su vida,
sus mandamientos sean nuestros mandamientos,
su amor nuestro amor,
la paz que inunde el corazón será como la del gran río
que atraviesa la llanura,
la vida se nos abrirá más allá de los límites de la razón.
No tendremos otro Dios que el Señor
y nosotros seremos nosotros mismos.