Del evangelio de san Mateo 18,1-5.
En aquel momento, se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más importante en el reino de los cielos?” Él llamó a un niño, lo puso en medio y dijo: “Os aseguro que, si no volvéis a ser como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, el que se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el reino de los cielos. El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles están viendo siempre en el cielo el rostro de mi Padre celestial.
RESPUESTA A LA PALABRA
Cuando leemos este texto, podemos caer en la tentación de pensar
en aquellos niños de nuestras sociedades opulentas,
que se convierten en el centro de atención de las familias.
En el tiempo de Jesús, el niño no era “el rey de la casa”,
tal como hoy se dice del pequeño del hogar.
El estatus del niño era entonces casi nulo,
de manera que apenas contaba antes de cumplir los doce años.
El niño, sobre todo en el evangelio de san Lucas,
es considerado como un pobre sin derechos.
No extraña que Jesús lo proponga como paradigma
de una nueva concepción de la persona y
de la relación de ésta con Dios.
Ser pobre y ser niño son modos de ser, que capacitan y
abren al encuentro con el verdadero Dios.
El niño es pobreza.
Alguien desprovisto de interés,
olvidado por los mayores,
que no cuenta en el desenvolvimiento de la sociedad.
Quien cuenta es el fuerte, el importante, el poderoso…
Pero el evangelio no nos pide que regresemos a la infancia,
ni que infantilicemos nuestras relaciones con los demás,
sino que nos convirtamos a un modo de ser
en el que nuestra conducta huya de la prepotencia,
no busque los puestos de prestigio y de poder,
no codicie los títulos honoríficos…
Hacerse niño es dejar sitio a la confianza
que todo pequeño muestra ante sus padres.
Dispuesto a vivir en la provisionalidad del hoy que se le ofrece,
El niño vive ajeno a los miedos al futuro.
En su corazón no hay nostalgia del pasado,
ni preocupación por lo que está por llegar.
Su relación con los demás no es calculada y,
sin saberlo, se sitúa el “Hoy de Dios”.
Para compartir esta historia, elija cualquier plataforma
Deje su comentario
Usted debe estar identificado para comentar