Se han apagado
las luces del jardín.

Un murmullo de agua,
invade el espacio,
acallando las sombras.

Se cierne el cielo.

Como si el universo
se contemplara
en su origen,
regresa la brisa aleteando,
enredándose
en las ramas del ciprés.

Es tiempo para
soñar despierto

Rumia la memoria
colores trasparentes,
músicas calladas,
presencias de amor.

Azul sobre azul.
Blanco sobre blanco.
Blancor añilado.
Blancor de cal.
Blancor de luz.

Y, por un instante,
carmesí intenso.

Verde tierno,
como de bambú joven.
Amarillo incienso.

Nanas de la abuela.
Cantares de ciegos.
Organillo callejero.
Nocturnos sin título.

Y, sobre todo,
el sosiego de la música,
en la ermita de Jesús del Perdón
en la mañana de los viernes.

Mis padres jóvenes.
Mi hermana pequeña.
Mi tía Críspula.
Los amigos de la calle.
D. Cristóbal mi maestro,
más allá de la ciencia.

Y claro está,
mis perros
que sin palabras y
sin quejas,
me enseñaron
la fidelidad a los amigos.