La necesidad de felicidad
lleva a la persona a buscar
por todos los rincones,
incluidos los de su alma,
sin encontrar ese punto,
en el que satisfaga
su recóndito deseo.

Escritos eminentes,
ensoñaciones o fábulas
son como la arena
de las playas,
que las mueve
el mar y el viento
por carecer de anclaje.

La belleza
camina con nosotros,
y cambia cada vez
que despunta el día;
la luz nos deja ver
las formas y
llama a los colores
que le dan la vida.

En el viento cabalgan
todos los sonidos:
los que llamamos ruidos y
los armoniosos
que deleitan el alma
de quienes poseen
el don de ver
más allá de las cosas.

Del cielo, desciende
una música entrañable,
como si Orfeo estuviera
tañendo su lira,
mientras, el sol muere y
se encienden el lucero vespertino.