Hace un calor tórrido
de verano avanzado,
que desaconseja salir a la calle.
Quienes han venido por aquí
han comentado lo mismo:
Hace un día para estar en el agua.
He recordado mi estancia
en la Huerta,
cuando me metía en la alberca
y me ponía debajo
de los chorros del agua
que llegaba directamente del pozo.
La sensación no podía ser
más agradable;
cabeza y hombres recibían
su frescor
en medio de un sol de justicia.
El canto del agua al caer y
el verde de los nogales
que crecen junto a la alberca
me hacían olvidar los agobios
que pudiera haber llevado del pueblo.
No hacía falta imaginar
para sentirse colmado
en aquel lugar paradisiaco,
en el que la naturaleza se expresaba
en todo su esplendor.
Y la noche, tan clara y profunda,
en la que percibiera
el canto de las estrellas,
mezclado con los aromas
de la madreselva y los geranios,
y el ladrido lejano de algún perro.
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