El lenguaje de la naturaleza es muy sencillo,
aunque no lo sea para quienes opinan de todo
y no ven más allá de lo que acontece.

Es una pena que sea así porque pasan la vida
sin ver la realidad más sencilla y profunda
que recorre la verdad de la naturaleza.

 El hombre de antes se movía en ella
como en su casa y no le hacían falta
grandes ideas para ser feliz Señor.

En su sencillez, comprendía
la razón de las cosas y el discurrir
de la vida como algo natural,
no exento de poesía.

Yo oigo la voz de mi Dios en el aleteo,
callado, del vuelo de las mariposas,
y en el silencio de los árboles, al amanecer.

Contemplo la escritura de tus estrellas
con que se nos manifiesta el cielo.
Comprendo el raudo corre de los ríos
y el lenguaje soñador del humo,
en donde se evaporan
los sueños de los hombres.

Yo entiendo, Señor, tu mundo,
que la luz nos detalla cada día
con su delicada voz.

Y beso en la luz tus pies descalzos
que caminan sobre piedras y flores.
De rodillas, te toco en la piedra y en la flor.
Y cuando se acaba la luz,
pego mi oído, al corazón de la noche,
para oír el eco de tu corazón
.