Hace calor esta tarde.
Como es mi costumbre, paseo hasta la terraza
de un bar próximo.

Para entretenerme, me dispongo a leer
las noticias de los periódicos digitales.
En todos encuentro más de lo mismo.
Desgobierno de la nación y persecución
de intereses particulares.
Paso a leer los editoriales y encuentro en uno,
el sentimiento que es común en muchos,
pero poco o nada hacemos para revertir la situación.

España y Europa occidental han perdido
el sentido de su ser, las raíces judeo-cristianas y
la cultura greco-romana,
que han marcado su devenir en la historia.

Vivimos en un total presentismo, incluso en la Iglesia.
Se piensa que somos, únicamente,
el fruto de nuestro hacer, sin transcendencia alguna
y sin mirar al futuro.

Este pensar así, es un desconocimiento
propio de niños,
que no han llegado al uso de la razón.
La experiencia nos dice,
que sin raíces no hay crecimiento. 

En un árbol, la frondosidad de su copa
es proporcional a sus raíces,
de manera que cuando se poda,
aunque sea de forma drástica,
vuelve a crecer con un vigor,
incluso, más fuerte.