La vida, la percibo en todo aquello
que sale a mi encuentro;
en lo que me frena o estimula,
en lo que me hiere o contradice.
La vida sigue hablando,
aunque se le ignore
o se pretenda callar,
echando por tierra previsiones
y pensamientos,
liberándonos de la pertinaz
costumbre de imponer
nuestros criterios.
Escribo pensando,
como decir mejor lo que pienso.
Me gustaría que las palabras,
que escribo, en el Autillo,
fuesen ligeras,
como el vuelo de los vencejos y
portaran la luz,
que mis adentros percibo.
Lo que atraviesa
el cedazo de la verdad
permanece,
resiste el tiempo
que pasa raudo,
devorando luces y sombras,
sin distinguir.
La verdad no es algo,
estático y pesado,
que se aferra al aquí y ahora,
como modo de permanecer.
La verdad es lo infinito
del amor recibido
en esta vida,
cuando ya no nos queda
nada más.
Un segundo basta
para conocer y comprender,
que la verdad es el soporte
de nuestra dinámica vital;
sin ella, la consistencia del ser
desaparece.
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