Ya están sobre la mesa,
las flores que pidiera;
tienen colores vivos,
como dibujos de niños;
llegaron cerradas y
la caricia de la luz
las ha ido abriendo.
El pincel de la luz
descubre tonalidades
impensadas:
el amarillo limón y el verde tierno
envuelven el blanco
de las margaritas y
el rosa de los gladiolos.
Son las siete de la tarde
y el sol declina,
llevándose los secretos
de la jornada.
Pronto tendré
que encender
la lámpara de mi habitación.
Las flores dialogan entre ellas,
en el búcaro donde descansan;
esperan que les diga el placer
que me suscitan.
Las alas, para volar más allá de las cosas,
nos las da la realidad
contemplada de cara, de frente,
tal y como es,
no conforme a nuestros deseos.
En la vida,
lo que parece que empieza
tan sólo continúa.
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