Sombras de luz,
como agua de otoño
llueve en su ánimo.

El río de sus días baja oscuro,
su fluir es lento.

Su cuerpo cansado,
le informa de ese punto ciego,
de ese freno que no ve y
que retiene su deseo
de ir más allá de las cosas
necesarias que la realidad
impone a cada cual.

Sin embargo hay frescor en su alma.
Otro flujo de vida,
sin suelo y ocaso,
se eleva desde dentro,
hasta asomarse en su noche
como hilillo de luz invisible
que augura la aurora.

Otro a quien no vemos,
fluye en nosotros,
aunque adivinamos Quien es
y, a pesar de nuestras fatigas,
nos invita a seguirle
en compañía de los demás.

Nos conduce hacia arriba,
donde los bienes nos son perecederos.