A veces me pregunto dónde situar
el origen de la belleza que no pasa,
y escucho en mi corazón
que busque, si puedo,
en el hontanar de la vida,
plenitud de lo que no acaba;

y me invita a caminar sin prisas,
puesto que el camino,
como el horizonte no tiene origen
y el fin no se ve,
que una vez dado el primer paso,
todo está por hacer .

Situarme en la provisionalidad,
desandar interiormente los caminos
sujetos a la necesidad del momento,
rastrear en la naturaleza y el  arte
las huellas que dejara el Autor de todo.

Aprender a mirar la realidad a sorbos
es el primer paso para emprender
un camino que no tiene fin,
que nos lleva al infinito,
desandar las seguridades es el modo
de rastrear el auténtico origen de lo bello.

El cincel del artista que golpea el mármol,
no hace desaparecer la materia,
por el contrario, nos lleva a ver
lo que hay dentro de ella.

Seguridad, libertad, fidelidad…
palabras grandes que requieren acciones pequeñas,
tan pequeñas, que siempre son insuficientes.

Es preciso no confundir
la decadencia y el declive con aquello
que está por hacer,
porque si algo le sobra a la belleza
es tiempo para que el hombre la acoja.