He estado en Manzanares,
muy de mañana.
En la ermita
de Ntro. Padre Jesús del Perdón
he seguido los pasos
acostumbrados, desde niño.
Segundo banco de la izquierda;
desde el que puedo contemplar
el Sagrario en la capilla lateral y
al frente, en el centro del retablo,
la imagen de Jesús.
Única en sobriedad y belleza.
Con un rostro que expresa
serenidad y pesadumbre;
la rodilla derecha en tierra y
la mano,
apoyada en una piedra,
para no caer del todo.
El silencio era total,
ni siquiera el murmullo
de la oración de los fieles
que allí estábamos;
solo oí mis pasos,
cuando subía al camarín,
para besarle los pies;
la madera está tan gastada,
que se ven, en el talón,
perfectamente, las vetas de ella.
Hoy, precisamente es viernes,
día en el que es costumbre visitarlo y
manifestar públicamente,
el cariño que adquirimos cuando niños.
Después he visitado el cementerio y
he estado en la tumba familiar,
donde están enterradas
mis dos hermanas,
una de ellas, Maricarmen,
ayer hizo dos años que murió.
No puedo menos que resaltar,
el gran silencio,
que se cernía sobre el lugar;
ni siquiera se escuchaba
el piar de los pájaros,
ni el arrullo de las tórtolas,
cosa que es habitual,
puesto que tienen sus nidos,
en los numeroso cipreses
que allí crecen.
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