Contemplo, estremecido,
bajo las alas del tiempo que pasa:
unas flores, una taza de café, un poema.
Lo que aparentemente
no tiene valor,
es lo que nos alegra la vida.
Ser niño, que peina canas,
me hace ver
la otra cara de la realidad;
invisible,
para quienes viven
en los estándares impuestos.
Contemplo las flores
que alegran la mesa
donde trabajo,
y les digo,
con una extraña sensación:
-Mañana voy a separarme
de vosotras,
que me acompañáis,
en silencio, desde
hace días;
las que ponga, nuevas,
no vienen para sustituiros,
sino para proseguir
vuestro misión;
como vosotras
harán que la luz
se tiña de color y
rebote sobre mis ojos.
Habéis sido un bien para mí:
os doy gracias infinitas
por haberme acompañado,
este puñado de días,
en los que la vida,
con sus circunstancias,
me ha visitado con sus sombras.
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