Sin saber por qué,
algo cambiaba en su corazón.
Una luz, más allá de la luz,
comenzaba a desvelar su situación,
aceptada hasta entonces como buena.
Una luz de libertad se adentró en él,
ahuyentando sombras casposas,
pegadas a un pensar sicosomático
No podía evitar sentir en sus adentros,
el hontanar de vida, del que bebía,
también, cuando lo ignoraba.
Maravilla de escisión.
Su intelecto sentía y
su sentimiento entendía,
la única verdad,
su única verdad,
la verdad que le podía adentrar
en el Amor y eternizarlo desde ahora.
Su corazón se debatía,
como un pájaro enjaulado,
amablemente cuidado,
convenientemente amaestrado,
terriblemente cautivo.
Su pensamiento se estrellaba,
contra las paredes construidas,
por la sola razón instrumental.
A su razón disminuida y acomodada,
a un conocimiento pasional,
se oponía su yo irreductible y único.
Intuía en esta lucha,
que toda realidad personal, enraizada
en el Espíritu del que procede, y
del que toma su ser relacional,
se basa en el amor;
amor que salvaguarda
la mayor libre adhesión.
De ahí que viera,
que el conocimiento del otro,
que lleva al amor,
también de sí mismo,
es un conocimiento
contemplativo y
no opresor,
ni esclavizable.
Vislumbraba
la necesidad de purificar
su intelecto,
reduccionista y pasional,
acostumbrado a argumentar
a su favor,
y a justificar, cualquier cosa,
con tal de defenderse
y autoafirmarse.
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