En un banco del parque,
contemplo como un padre
lleva a si hija pequeña
sobre los hombros.
En una mano lleva la bicicleta y
en la un oso de peluche.
Hace calor, hasta sudar,
una especie de cansancio
me invade.
Agradezco
este momento de dicha
y me esfuerzo
por seguir pendiente
de esta circunstancia;
la actitud del padre,
la mirada a su hijita,
sumamente bella.
Algo que es ordinario
manifiesta lo extraordinario
de un padre feliz de serlo.
En el jardín,
en un arriate
crecen hierbas altas
y sencillas margaritas.
La niña parece sorprendida
por la abundancia de vida.
Las flores, de la mesa
de mi despacho,
han perdido la vitalidad
que tenían ayer;
ajadas, y mustias
esperan que otras,
frescas y lozanas
las reemplacen
La muerte,
forma parte de nuestro mundo,
como una isla negra,
en un océano de luz.
Es inevitable,
aceptarla es un principio básico.
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