Después de la jornada
ajetreada, silencio.
Hora para reconocer
el vacío que dejara,
en sus adentros,
las horas consumidas
en el hacer obligado
por la necesaria realidad.
Se remansa la vida.
Un punto de sosiego
emerge de su soledad
temida y deseada.
No puede detener
el pensamiento,
que aflora sin llamarlo y
como mariposilla nocturna
acude atraída por la luz
La levedad de un soplo
despierta la palabra
escuchada en la punta del silencio.
Tan precisa como inasible,
le informaba más allá
de toda circunstancia.
Desde el borde del alma,
abierta al misterio insondable
de la noche,
veía la extensión de su deseo
acariciado por la luz
del amor que respiraba.
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