Esta mañana ha venido a visitarme, Ricardo,
un joven excepcional, hombre por los cuatro costados.

Militar de carrera, de una vida intachable,
noble y generoso, con una fe profunda,
que no necesita hablar de ella,
para dejar claro, ante los demás,
el lugar que ocupa Dios en su vida.

Desde que le conozco, y ya hace mucho tiempo,
no le he oído nunca una palabra negativa,
sobre nadie ni nada.

Buscador de la verdad, es un observador nato.
Vive todo en la provisionalidad y
acoge el devenir diario como gracia.
El bien y la verdad son constantes en él,
permaneciendo abierto al futuro.

Entre sus mayores preocupaciones
Está no causar daño a nadie,
hacer lo que debe para que el mundo mejore,
ser coherente con lo que piensa y siente.

Cuando se ve obligado a mandar,
lo hace con la esperanza, de que entiendan,
quienes se ven afectados por ello,
que es algo necesario,
y no como una mera imposición .

Confieso, que es una bendición y un lujo
tener un amigo así, en el tiempo que corre.

Su fidelidad está más que demostrada.
Confiar en él, después de conocerlo,
es lo más natural del mundo.