Como un soplo de vida
me viene a la memoria
mi estancia en la ciudad de Granada,
donde la luz se funde con la brisa
que acariciara antes la nieve del Veleta.

El olor del azahar de los naranjos,
que pueblan sus principales avenidas
se mezcla con el de los jazmines,
que venden algunas gitanas del Sacromonte

Todo ello me parece un sueño,
rescatado, de un cuento maravillo,
que leyera en la infancia y
que sembrara, en mis adentro,
la necesidad de la belleza para ser feliz 

La nieve perlada de luz,
el aroma de las Alpujarras,
la belleza natural,
son llamas que ascienden
hasta el corazón,
y hacen que crezca  mí
la admiración por el lugar,

Como ascua, liberada
por el soplo del viento
arde, en mí, el deseo de volver,
a esos parajes de ensueño,
que alimentan el alma de quienes
los acogen,
llevados por su capacidad
para admirar la belleza,
dejado a la brisa decir
sus notas silenciosas.

Termino la tarde, inmerso en el silencio,
en el que todo se une, se pacifica y abre
al mundo, a través de la belleza,
limpia y serena.