Viendo una fotografía, recuerdo mi estancia
en este lugar de ensueño.

El pueblo nace y crece al amparo
del monasterio santa Juliana,
que se convertirá después en Colegiata,
y de la llamada calle del Rey;
de esta época, también, es
la calle de Juan Infante,
que dirigiéndose hacia la Plaza del Mercado,
hoy Plaza Mayor,
conforma la distribución urbana.

Las construcciones más representativas
de este periodo
son las torres del Merino y Don Borja,
ambas de estilo gótico y carácter militar.

Las calles empedradas,
con piedras redondeadas e irregulares,
están, casi siempre, mojadas
por la lluvia frecuente;
las fachadas de las casa de piedra,
mantienen el escudo de armas de la familia,
que las mandara construir;
las balconadas de forja y madera
están engalanadas con flores.

El ambiente que se respira
es de una gran paz y
de una cierta nostalgia
que evoca un pasado sin igual.

Hay que estar allí y pasear, sin más,
para percibir el aroma de un tiempo
que ha quedado impreso en sus piedras.