Don de dones, dado y aprendido;
abismarte en el misterio del hombre herido,
ha sido tu suerte y tu cruz;
mirar el semblante de los otros
y contemplar el dolor no dicho,
descubrir la urdimbre del yo concreto,
liberar de engendros malhadados.
Cuantas palabras imprecisas,
engaños inconscientes,
miradas rotas,
sin otro color que el pardo viejo,
sin otra consistencia que la del humo rubio
de la paja seca,
han pasado por tu vida,
sanador de heridas invisibles.
El tiempo te ha enseñado
a expresar lo indecible,
a tocar con respeto
el misterio inabarcable de los hombres.
Ese abismo del alma, lugar sagrado,
tantas veces roto,
tantas profanado,
nunca del todo revelado.
Tierra de sí, secuestrada o liberada,
siempre de sí.
Hondón del hombre, clave del ser.
He oído decir que no se puede
mirar el mal y seguir vivo,
y yo añado: “si no se hace con amor.
La historia confesada, de nuestro tiempo,
nunca será bien contada,
si nuestro corazón no está enraizado
en el amor.
Para compartir esta historia, elija cualquier plataforma
Deje su comentario
Usted debe estar identificado para comentar