Como un soplo de vida
me viene a la memoria
mi estancia en la ciudad de Granada,
donde la luz se funde con la brisa
que acariciara antes la nieve del Veleta.

Se asienta la ciudad al pie de Sierra Nevada,
entre dos colinas separadas
por el valle del río Darro,
y se abre a la amplia vega del Genil
que la atraviesa.

Las colinas donde la ciudad se asienta
son proyecciones de Sierra Nevada
y comprende el área donde confluyen los dos ríos,
en las proximidades de la Plaza del Humilladero.

En su trayectoria,
el Darro inicia su curso por la ciudad
a la altura de la Plaza Nueva,
donde se encuentra embovedado,
discurriendo bajo la calle Reyes Católicos.
El río Genil es el nervio fluvial de la capital,
abrazando al Darro,
por los Paseos de la Bomba y el Salón.

El antiguo “Hadarro” de los árabes,
desde su nacimiento, baja
por el lugar llamado Jesús del Valle
y baña las laderas del Sacromonte,
atraviesa el centro de la ciudad
y se une, al Sur de ella,
con el río Genil
(llamado “Xinyil” por los árabes),
separando los cerro del Sacro Monte y Albaicín,
del de la Alhambra.