Del evangelio de san Lucas 9,9

Herodes se decía: “A Juan lo mandé decapitar yo. ¿Quién es éste de quien oigo semejantes codas?” Y tenía ganas de ver a Jesús.

RESPUESTA A LA PALABRA

La voz de Juan el Bautista, que despertaba conciencias, que anunciaba la inminencia de Reino y denunciaba el pecado del pueblo, había sido silenciada por Herodes y ahora, otra voz más suave pero más fuerte, vuelve a perturbar el ánimo de los seguros, porque despierta la esperanza adormecida del pueblo.

Herodes estaba intrigado por la presencia de alguien cuyo mensaje desconcierta, por la carga de amor y libertad que encierra.

La palabra de Jesús no deja indiferente a nadie que la oye, tiene una fuerza de verdad que lleva a tomar postura a quien la escucha. La pregunta que surge de inmediato es: “¿Quién es éste, que siendo como nosotros, su decir y su hacer lo hacen distinto?

La palabra de Jesús dista mucho de parecerse a la de los profetas de antes y a los maestros de ahora; sus palabras desentrañan la vida y las obras de su vida dan fe a sus palabras. ¿Quién es éste, cuya coherencia es única?.

En Él no hay doctrina, ni interpretación de la existente. La novedad es tan simple y a la vez tan grande que sólo los sencillos son capaces de entenderle. Su sola presencia es Buena Noticia para quienes lo acogen. Su palabra nos revela e introduce en los secretos del Reino.

Señor, que las noticias que nos llegan de ti despierten en nosotros un deseo auténtico de conocerte. Que tu palabra y tus obras nos abra al sentido pleno de la existencia.