Del evangelio de san Marcos 1, 29-ss

En aquel tiempo, al salir de la sinagoga, Jesús se fue inmediatamente a casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre. Se lo dijeron a Jesús y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a servirlos.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Mirando la brevedad del texto,
no deja de ser curioso que Marcos
sitúe este milagro de Jesús al comienzo de su evangelio,
y a pesar de que lo haga con tan pocas palabras,
aporte unos detalles que lo hacen único y difícil de olvidar.

¿Por qué el empeño de Marcos en aproximarnos
de ese modo tan concreto
a las personas que participan en este hecho de Jesús?. 

El evangelista deja constancia, con los nombres incluidos,
de la presencia de los cuatro primeros discípulos
a los que Jesús había llamado y
con los que ya compartía una gran amistad.
El lugar donde se desarrollan los hechos es la casa de uno de ellos,
la casa de Simón-Pedro,
en la que se encuentra la madre de su esposa,
que se halla enferma.
Situación que comunican a Jesús
de manera parecida a como María le advirtió en Caná
de la situación de aquellos jóvenes que acababan de casarse.
No piden directamente la intervención de Jesús,
pero sí dejan abierto el camino a su intervención.
San Marcos no puede ser más escueto:

“Él se le acercó, la tomó de la mano y la levantó”.

Y lo mejor de todo, es que el final del hecho corre a cuenta
de la suegra de Pedro, que una vez curada “se puso a servirlos”.

Dos cosas me sugieren personalmente este hecho.
Primeramente, y aunque no parezca importante,
me encanta ver a Jesús implicado, también,
en la vida de sus amigos.
Frecuentar sus casas,
compartir historias concretas de los familiares de éstos,
responder a sus expectativas…

No sabemos si la enfermedad de aquella mujer
era más o menos grave.
Pero lo que sí queda claro es el interés
que demuestra Jesús por ella y por su entorno.

Lo segundo con lo que me quedo
es con la reacción de la suegra de Pedro,
y que hago totalmente mía.

Si graciosamente he sido curado,
No encuentro otra respuesta
que responder del mismo modo.

El don reconocido suscita mucho más
que un entusiasta agradecimiento.
Supone vivir con pasión ese mismo don recibido,
alargándolo así hasta los demás.

La reacción de aquella mujer
no se puede enmarcar en un orden utilitarista.
Ni por parte de Jesús para que le sirva a Él y a sus compañeros,
ni por parte de la mujer que se ve en la necesidad
de trabajar para ellos.
Es otra cosa.
Cuando alguien se experimenta amado
e importante para aquél o aquellos a los que también ama,
la respuesta no puede ser otra que la entrega personal
a través de aquel servicio que considera bueno para todos.