Del libro de los Jueces 13,2-7.24-25ª

En aquellos días, había en Sorá un hombre de la tribu de Dan, llamado Manoj. Su mujer era estéril y no había tenido hijos. El ángel del Señor se apareció a la mujer y le dijo: “Eres estéril y no has tenido hijos. Pero concebirás y darás a luz un hijo; ten cuidado de no beber vino ni licor, ni comer nada impuro, porque concebirás y darás a luz un hijo. No pasará la navaja por su cabeza, porque el niño estará consagrado a Dios desde antes de nacer. Él empezará a salvar a Israel de los filisteos.”

La mujer fue a decirle a su marido: “Me ha visitado un hombre de Dios que, por su aspecto terrible, parecía un mensajero divino; pero no le pregunté de dónde era, ni él me dijo su nombre. Sólo me dijo: “Concebirás y darás a luz un hijo: ten cuidado de no beber vino ni licor, ni comer nada impuro; porque el niño estará consagrado a Dios desde antes de nacer hasta el día de su muerte.”” La mujer de Manoj dio a luz un hijo y le puso de nombre Sansón. El niño creció y el Señor lo bendijo. Y el espíritu del Señor comenzó a agitarlo.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Hacer y dejarse hacer.
Entrar y permanecer en el designio que salva.
Acoger la gratuidad como expresión
del amor que nos antecede.

Antes de existir ya éramos amados y,
con nosotros, todos.

Y todos necesitaban del don de Dios
y del don de cada uno,
que expropiándose de él y entregándoselo a Dios,
recrecido en más don, en más amor,
vuelve otra vez para seguir  creciendo.

Maravilla de verdad oculta,
la pobreza entregada
es manantial de riqueza inacabable.

La riqueza de Dios necesita
de la pobreza del hombre,
para darle de nuevo aquellos dones de su gracia
que, por querer apropiárselos,
perdiera en los primeros días de su historia.

Una mujer pobre, incapaz de engendrar vida.
Mujer donde termina la vida y se corta la trama
en la que se sustenta la esperanza de su pueblo.

Estéril, marginada, pobre, pero dispuesta
a seguir viviendo en la dinámica de su Dios
que no se detiene ante el imposible humano.

Cuántas veces a lo largo de la historia,
en lo momentos más difíciles,
cuando todo parecía perdido y el horizonte cerrado,
no han sido los pobres, las mujeres, los niños,
los que nada cuentan, según el criterio de los hombres,
los que secundando a Dios y apoyados en Él,
han dado la vuelta a esa situación
aparentemente irreversible,
devolviendo la esperanza de su pueblo.

Qué bien suenan las palabras del hombre de Dios:

Eres estéril y no has tenido hijos.
No puedes concebir por ti misma..
Pero yo te haré y darás a luz un hijo…
Él empezará a salvar a Israel…”

Nada interesa que la mujer de Manoj
no sepa el nombre del hombre de Dios,
ni le preguntara de dónde venía.

La palabra de éste es lo que importa,
y la aceptación por parte de ella,
para que se cumpla,
es lo que necesitan los demás.

La constante más hermosa desde Abrahán
hasta el hombre de hoy,
pasando por María, Madre de Dios,
es la de la inmensa gratuidad de Éste
y la sublime humildad de quien ha sido llamado
a ser cauce de su gracia.

Hace falta alguien con “nombre” que salve al pueblo.
Dios lo quiere, si el hombre o la mujer acepta,
¿Qué otra cosa esperar? .