Del evangelio de san Juan 5,30

Jesús les dijo: “Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

No es que el Señor no pueda hacer nada por él mismo,
es que no quiere hacerlo.

Nosotros, siendo unos pobres diablos,
hacemos lo que se nos antoja, y así nos va.
En lugar de crecer como personas
nos convertimos en un manojo de pulsiones
que nos cierran el camino a los demás.

Tú, Señor, si nos dices que no puedes,
es porque sabes que tu vida está tan unida a la del Padre
que sin Él no serías totalmente Tú.
Sin dejar de ser plenamente libre,
tu voluntad se mira en la del Padre
y, como en un espejo, se reconoce en ella.
Por eso tu hacer es el hacer del Padre
y el Padre está presente en tu hacer.

Es asombroso descubrir que la obediencia
nada tiene que ver con la esclavitud.
Tu actitud vital nos deja ver que la obediencia es la clave
de la libertad consumada.

La “otra persona” es la fuente de dónde mana la verdad
que me lleva a la madurez real.
Gracias Señor, por hacérmelo ver así.

 

(3) De san Máximo Confesor

El que ha llegado a alcanzar en sí la caridad divina no se cansa ni decae en el seguimiento del Señor, su Dios, según dice el profeta Jeremías, sino que soporta con fortaleza de ánimo todas las fatigas, oprobios e injusticias, sin desear mal a nadie.
No digáis –advierte el profeta Jeremías–: «Somos templo del Señor». Tú no digas tampoco: «La sola y escueta fe en nuestro Señor Jesucristo puede darme la salvación». Ello no es posible si no te esfuerzas en adquirir también la caridad para con Cristo, por medio de tus obras. Por lo que respecta a la fe sola, dice la Escritura: También los demonios creen y tiemblan.
El fruto de la caridad consiste en la beneficencia sincera y de corazón para con el prójimo, en la liberalidad y la paciencia; y también en el recto uso de las cosas