Del evangelio de san Lucas 14,1.7-11

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola: “Cuando te conviden a una boda, no te sientes en puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: “Cédele el puesto a éste.” Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto. Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba.” Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Subir y bajar, es más que un ejercicio
o un puesto a ocupar dentro de una lista determinada.
Para Jesús, subir o bajar, son actitudes básicas
que definen el corazón de la persona.

No deberíamos olvidar, que quienes tienen como horizonte
escalar puestos para llegar a lo más alto que les está permitido,
sacrifican su vida en pos de algo,
que después tendrán que dejar por necesidad.
¿Cuánto tiempo puede una persona mantenerse
siendo el primero en algo de esta vida?.

Está bien que luchemos por crecer y
desarrollar todas las potencialidades que tenemos,
pero cuidado con pensar que con ello
ya vamos a ser felices y a realizarnos plenamente.

Cuántas personas conocemos que,
aun llegando a ser muy buenas en esto o en aquello,
en el fondo de su corazón sigue vivo el deseo de “un plus”,
al que no pueden acceder por ellas mismas.

El evangelio está surcado de paradojas,
sin las cuales no se explica nuestra vida. Dice Jesús:

“Todo el que busca ganar su vida la perderá”.
“Aquél que la entregue por amor la encontrará”.
“El que se cree alguien, terminará siendo nada”.
“Quien huye de la apariencia, al final se le reconocerán la importancia de ser una persona realizada”.

El modelo de hombre-nuevo es Jesucristo.
San Pablo recoge en la carta a los Filipenses un himno,
que quizás ya se cantara en las primeras comunidades
como expresión de su fe.

Pablo sabe muy bien cuál es la parábola vital
que el hombre sin Dios describe en su historia, y
cuál es la experiencia personal de Dios hecho hombre.

El hombre, que en realidad antes de ser llamado a la vida no es nada,
se cree alguien cuanto más crece.
Llegado un momento, la curva ascendente de su vida se quiebra y
comienza su descenso, hasta tocar otra vez la nada de su desaparición.
“Nada-Todo-Nada” son los hitos de la parábola de su existencia terrena.

Pero Dios tiene otro designio para el hombre muy distinto a éste.
Él mismo, con su presencia entre nosotros nos ha marcado el camino.
Con su vida, invierte el orden natural de toda criatura.
Asume toda su realidad humana recreándola desde el amor.

Él, siendo el no va más. Su condición es la de Dios.
Si embargo, no se aferra, ni hace alarde de la misma.
Muy al contrario, se despoja de ella  
y toma la condición humana en su realidad más baja,
entregándose hasta la muerte por amor al hombre,
llegando a descender hasta los infiernos de la humanidad herida.
Cuando ya no puede bajar más,
porque se ha entregado hasta el extremo,
es levantado por el Padre,
arrancándonos también a nosotros de la muerte.
Entronizado en lo más alto,
nos atrae a todos los que aceptamos vivir nuestra peripecia vital
como una parábola semejante a la suya. “Todo-Nada-Todo”.

Escribe san Pablo en la carta a los Filipenses:

“Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios;
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte,
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el«Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo,
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.”