Del evangelio de san Lucas 15,18-19.

El hijo dijo entonces: “Me pondré en camino adonde está mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no merezco llamarme hijo tuyo”.

 

RESPUESTA A LA PALABRA

Señor, qué cosas pensaba aquel hijo.
Bien se veía que no conocía a su padre.
¿Cómo no merecerse hijo, si lo es?.

Un padre no puede negar a su hijo,
como un árbol no puede negar sus hojas.

Señor, no es nada fácil comprender
que todo hijo no llega a saberse hombre
hasta que mira cara a cara a su padre
y se contempla en su rostro.

Decir “mi padre” es decirme a mí mismo,
entrañarme en su corazón,
es descubrirme en mi más íntima realidad.

Para Dios no es un problema de méritos,
porque el amor que le antecede
sobrepasa toda medida.

 

De san Efrén: La palabra de Dios, fuentes de vida. (3)

La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus lados.
Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro de esta palabra alégrese…
Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente.
Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has recibido y conseguido es tu parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad, no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser sorbido de una vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.